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viernes, 15 de junio de 2012

Ángel no quiere comer carne

Hace mucho, mucho tiempo, en un país muy, muy lejano, vivía con sus papás un niño que se llamaba Ángel. Ángel era un niño muy bueno, muy cariñoso, y muy trabajador pero… un poquito desobediente. Sus papás le advertían de las cosas que podían pasar pero él decía “sí, sí, sí” y luego hacía lo que le daba la gana… Y claro, a veces se metía en unos líos…
 
Como aquel día, que Ángel no quería comerse la carne. Se había tomado un plato de sopa sin rechistar y de postre le esperaba su favorito: natillas. Pero dijo que no comía carne, y que no comía carne. Y no se la comió. Sus papás le explicaron que estaba creciendo, que había que comer de todo, que si no se pondría malito o no crecería bien… y él emperrado “que no me la quiero comer, que no me la como”. Y no se la comió. Por supuesto se quedó sin natillas, porque si no tenía hambre…

El caso es que esa noche, como todas las noches, se metió en la cama. Cerró los ojos y pronto se quedó dormido. Por la mañana, cuando se levantó, notó algo extraño bajo las sábanas, o mejor dicho, notó que faltaba algo. Con cara de susto levantó el edredón y ¡cuál no sería su sorpresa cuando se encontró con que tenía las piernas así de pequeñas! ¡como dos macarrones nada más! Se puso a gritar como un loco llamando a su madre ¿pero qué había pasado? Por la noche sus piernas estaban normales, como siempre… no podía entenderlo.

Su madre llegó rápidamente al oir los gritos “¿Qué pasa, Ángel? ¿A qué vienen esos gritos?” le preguntó. Ángel estaba tan asustado que no podía ni hablar. Como pudo le señaló sus piernas y su madre se quedó… con la boca abierta. Tampoco entendía nada. Cogió a Ángel y trató de vestirle para ir corriendo al médico, pero claro, sus pantalones colgaban, le quedaban inmensos y además… no podía andar… le tuvo que sentar en el carrito de cuando era bebé, ¡a él! con lo mayor que era ya… Le echó una mantita por encima para que no se vieran sus piernas macarrón y se fueron al médico a toda velocidad.

Por la calle, la gente miraba a Ángel y algunos niños se reían, claro, en ese carrito de bebé y con la mantita por encima, tenía unas pintas… En fin, que menos mal que llegaron pronto a la consulta.

En la sala de espera había más gente. Un niño se acercó a Ángel y le miró con curiosidad, con tanta que al final le preguntó “Oye, ¿tú por qué vas en un cochecito de bebé?” A regañadientes, Ángel levantó la mantita y le enseñó al niño sus piernecillas, que no habían mejorado ni un poco desde que salieron de casa. El niño las miró horrorizado y salió corriendo hasta donde estaba su papá. Justo en ese momento, el doctor llamó a Ángel.

Cuando entraron en la consulta, el doctor, que ya conocía a Ángel y a su mamá, les saludó cariñoso y les preguntó qué ocurría. En lugar de hablar, el niño de nuevo levantó su mantita. El doctor le miró muy seriamente y le preguntó:

-      Ángel, ¿te has caído de la cama?
-      No.
-      ¿Te has dado algún golpe?
-      No.
-      ¿Qué ha pasado?
-      No lo sé, cuando me levanté mis piernas estaban ya así.
-      ¿Y anoche al acostarte?
-      Estaban como siempre.
-      Bueno, bueno, y ¿qué hiciste antes de irte a dormir?
-      Pues me dí una ducha.
-      Eso está bien, ¿qué más?
-      Cené.
-      Muy bien, ¿qué más?
-      Nada más, me fui a dormir.
-      Vaya vaya, y ¿qué cenaste?
-      Pues sopita.
-      Estupendo, ¿y después?
-      Bueeeno, naaaadaaa.
-      ¿Nada? ¿Y eso? ¿una tortilla, un filete, pescadito, salchichas…? algo más tomarías.
-      Nooo, es que… no me quise comer la carne, respondió Ángel avergonzado.
-      ¡Pero bueeeenoooo…!, dijo el doctor llevándose la mano a la frente como si de pronto lo comprendiese todo ¡No me digas más!
-      ¿Qué?
-      ¿Tú no sabes que el cuerpo necesita de todo para crecer? Hay alimentos que ayudan a crecer a los brazos, otros a la espalda, otros a las orejas… y si no comes de todo, algunas partes del cuerpo no crecen bien…
-      ¿Entonces al no comerme la carne…? La cara de Ángel se puso blanca como el papel.
-      Exactamente, tus piernas no han recibido la energía que necesitaban… y han dejado de crecer.

Ángel se puso a llorar, él no sabía que eso podía pasar, creía que eran tonterías de sus padres eso de que había que comer de todo… Entre lloros, preguntó al médico:

-      ¿Y ahora qué hago? Yo necesito mis piernecitas, para andar y correr, para montar en bici, para jugar al fútbol y subirme a los árboles… buahhhhhh!!!!

El doctor, aún muy serio, le contestó:

-      Mira, Ángel, hay una solución pero no te voy a engañar, es un poco… dolorosa.
-      ¿Cuál, doctor? Haré lo que sea, lo que sea, de verdad, de verdad, de verdad…
-      Primero hay que conseguir que tus piernas crezcan hasta quedarse como estaban ayer, y después… esto no puede volver a ocurrir.
-      Sí, sí, sí, sí, sí, doctor… lo que usted me diga, se lo prometo.
-      Eso está bien, Ángel. Entonces ¡manos a la obra!

Ángel le miró fijamente ¿qué significaba eso? Y ¿por qué había dicho que la solución era dolorosa? De pronto, vio como el médico preparaba una jeringa, le pareció enorme… pero no se atrevió a decir ni pío. El doctor se acercó a él y le explicó “Mira, Ángel, tenemos que ponerte una inyección para que tus piernas vuelvan a crecer”. Ángel se puso a llorar, no le gustaban nada las inyecciones, claro… Ayyyy si hubiera hecho caso a sus papás y se hubiese comido ese poquito de carne, si era tan pequeño… no como esa enorme inyección, ayyyy….

El doctor le puso la inyección, que como era de las que llevan “crecehuesos”, le dolió un montón. Tanto, tanto que a partir de ese día Ángel siempre se comió todo lo que le ponían en el plato, aunque no le gustase mucho… y si algún día le daban ganas de dejárselo, se acordaba de sus piernecitas macarrón y de la enorme jeringa… y se lo comía todo, que se lo había prometido al doctor y las promesas, se cumplen.

Y colorín colorado, este cuento, se ha acabado.

2 comentarios:

  1. Sencillos en su redacción. Con sutileza se adentran en el problema que tienen muchos niños a la hora de darles la comida. En hora buena.

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    1. Gracias por visitar el blog y por tu comentario. Supongo que su sencillez se basa en el hecho de que me los inventaba sobre la marcha :-)

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