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miércoles, 20 de junio de 2012

María Elena se come primero el postre

Érase una vez que se era, que colorín colorado y este cuento se ha acabado… porque este es un cuento de María Elena, que todo lo hacía al revés.

María Elena era una niña muy buena, muy cariñosa y simpática, y muy trabajadora, pero… todo lo hacía al revés. María Elena se levantaba por la noche y se quería acostar por la mañana, iba al cole el domingo y luego el jueves no iba… y sus papás y sus profesores le decían “María Elena, María Elena, fíjate, que si haces las cosas al revés te vas a meter en un lío” y ella respondía “is, is, is”, porque María Elena a veces… ¡incluso hablaba al revés!

Un día, María Elena estaba muy contenta porque de postre en la comida tenía natillas de chocolate y a ella le encantaban. Llevaba toda la mañana pensando en sus natillas y deseando que fuera la hora de comérselas. Y por fin, llegó la hora de comer. Su mamá le dijo “venga, cómete bien todo y tendrás tus natillas” y se las puso ahí, en la mesa, junto con el arroz y el pollo, delante de ella… ¡qué ganas tenía!

Su mamá le explicó que tenía que tender la ropa pero que como se había hecho un poquito tarde y ella ya era mayor, podía empezar a comer sola. Le aseguró que en un momento venía y se sentaba a su lado. Así que María Elena empezó a comerse el plato de arroz, estaba riquísimo, ni un granito dejó. Mientras comía, su mamá a cada ratito se asomaba y le preguntaba “¿qué tal vas, María Elena?” y ella respondía “muy bien, mami” y seguía comiendo. Cuando acabó con el arroz, cogió las natillas y ¡se puso a comérselas! En un momentito, había terminado con ellas… Luego cogió el plato de pollo y se lo comió enterito, no dejó ni un trocito. Y se quedó tan a gusto.

Entonces apareció su mamá y vio todos los platos vacíos. Un poco sorprendida le dijo “¡Anda, pues sí que tenías hambre, hija! ¡Podías haberme esperado!” Pero no le importó mucho, estaba contenta por ver lo bien que María Elena había comido.

Después de comer, su mamá llevó a María Elena de nuevo al colegio. Allí María Elena empezó a encontrarse un poco mal, le dolía la tripa, cada vez más. Se lo dijo a su profesora y, como no se le pasaba, avisaron a su mamá, que fue a buscarla antes de acabar las clases.

Cuando llegó su mamá, a María Elena le dolía muchísimo la tripa así que, muy preocupadas, se fueron directamente al médico, sin pasar por casa ni nada.

La doctora ya conocía muy bien a María Elena, la había curado un montón de veces, y sabía que era una buena niña, aunque un poquito despistada. Ya se dio cuenta aquella vez que, en lugar de comerse los gusanitos y borrar con la goma se comió la goma y borró con los gusanitos… y claro, el cuaderno quedó fatal y ella tuvo un dolor de tripa… ¿no habría pasado algo parecido hoy?

La exploró con el estetoscopio, esa cosita para oír el corazón que sabe un poquito fría en el pecho pero no hace nada de daño. “Todo bien”, dijo. Luego le pidió que abriera mucho la boca y dijese Ahhh, y María Elena, muy obediente, lo hizo. “Todo bien”, repitió la doctora. Le miró los ojos y los oídos, “todo bien”, seguía diciendo. Hasta que le tocó la tripita y María Elena dijo “¡ayyy!” y la doctora se puso más seria. “Tiene la tripita un poco dura”, le explicó a su mamá. Y la mamá preocupada, preguntó “¿es grave, doctora?”. Ella le contestó “no lo creo, pero hay que averiguar por qué”. Y empezó a preguntarle a María Elena:

-      María Elena, ¿te has dado algún golpe en la tripa?
-      No.
-      ¿Has bebido agua muy fría?
-      No.
-      ¿Has comido muchas chuches?
-      No.
-      Y ¿desde cuándo te duele la tripa?
-      Pues desde esta tarde, empezó a dolerme en el cole.
-      ¿Por la mañana estabas bien?
-      Sí, doctora, perfectamente.
-      Muy bien, ¿qué comiste?
-      Pues… arroz y pollo y natillas.
-      Bueno, es una comida muy sana

Entonces la doctora recordó otra vez lo despistada que era María Elena y le preguntó:

-      María Elena,  ¿qué comiste primero?
-      El arroz, claro.
-      Muy bien, ¿Y después?
María Elena se quedó pensativa, tratando de recordar… al final lo tuvo claro: 

-      Después del arroz, las natillas
-      ¿Antes que el pollo? Preguntó la doctora, empezando a entender lo que había ocurrido.
-      Sí, y luego ya el pollo. Todo. No me he dejado ni un trocito, dijo María Elena orgullosa.
-      ¡Pero hombreeeee…!, dijo la doctora llevándose la mano a la frente como si de pronto lo comprendiese todo ¡No me digas más! Te has comido el postre antes de tiempo.

María Elena la miró muy sorprendida y de pronto tuvo la sensación de que había vuelto a liarla. Ni se atrevía a preguntar. Miró a su madre. Su madre la miró. Luego su madre miró a la doctora. Y las dos movieron la cabeza de un lado a otro, sonriendo un poquito. “Ayyyy… esta María Elena” dijo la doctora. Y le explicó que el postre es lo último que se come, porque el chocolate antes del pollo sienta mal, y antes del arroz, y de las patatas y hasta del chorizo… vamos que los dulces se toman al final de todo para que no hagan daño a la tripita y claro, María Elena se había zampado las natillas enteras antes del pollo. ¡Qué despiste!

Al menos no era nada serio pero le seguía doliendo la tripa y aunque la doctora le mandó un jarabe amarillo, tardó en curarle un buen rato. Y además sabía malísimo… menos mal que María Elena era una niña muy buena y se lo tomó sin rechistar, porque siempre obedecía a sus papás y a la doctora que si no…

Y cuando se puso buena, lo había pasado tan pero tan mal que prometió no volver a comerse el chocolate primero y dejarlo siempre siempre para el final. Y vaya que si lo cumplió, y nunca más volvió a tener el mismo dolor de tripa. ¡Menos mal!

Y colorín colorado que este cuento se ha acabado, y no vuelve a empezar porque te lo cuento yo, que si te lo llega a contar María Elena…

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