María
Elena era una niña muy buena, muy cariñosa y simpática, y muy trabajadora,
pero… todo lo hacía al revés. María Elena se levantaba por la noche y se quería
acostar por la mañana, iba al cole el domingo y luego el jueves no iba… y sus
papás y sus profesores le decían “María
Elena, María Elena, fíjate, que si haces las cosas al revés te vas a meter en
un lío” y ella respondía “is, is, is”,
porque María Elena a veces… ¡incluso hablaba al revés!
Un día, María Elena estaba muy contenta porque de postre en la comida tenía natillas de chocolate y a ella le encantaban. Llevaba toda la mañana pensando en sus natillas y deseando que fuera la hora de comérselas. Y por fin, llegó la hora de comer. Su mamá le dijo “venga, cómete bien todo y tendrás tus natillas” y se las puso ahí, en la mesa, junto con el arroz y el pollo, delante de ella… ¡qué ganas tenía!
Su mamá le explicó que tenía que tender la ropa pero que como se había hecho un poquito tarde y ella ya era mayor, podía empezar a comer sola. Le aseguró que en un momento venía y se sentaba a su lado. Así que María Elena empezó a comerse el plato de arroz, estaba riquísimo, ni un granito dejó. Mientras comía, su mamá a cada ratito se asomaba y le preguntaba “¿qué tal vas, María Elena?” y ella respondía “muy bien, mami” y seguía comiendo. Cuando acabó con el arroz, cogió las natillas y ¡se puso a comérselas! En un momentito, había terminado con ellas… Luego cogió el plato de pollo y se lo comió enterito, no dejó ni un trocito. Y se quedó tan a gusto.
Entonces apareció su mamá y vio todos los platos vacíos. Un poco sorprendida le dijo “¡Anda, pues sí que tenías hambre, hija! ¡Podías haberme esperado!” Pero no le importó mucho, estaba contenta por ver lo bien que María Elena había comido.
Después de comer, su mamá llevó a María Elena de nuevo al colegio. Allí María Elena empezó a encontrarse un poco mal, le dolía la tripa, cada vez más. Se lo dijo a su profesora y, como no se le pasaba, avisaron a su mamá, que fue a buscarla antes de acabar las clases.
Cuando llegó su mamá, a María Elena le dolía muchísimo la tripa así que, muy preocupadas, se fueron directamente al médico, sin pasar por casa ni nada.
La doctora ya conocía muy bien a María Elena, la había curado un montón de veces, y sabía que era una buena niña, aunque un poquito despistada. Ya se dio cuenta aquella vez que, en lugar de comerse los gusanitos y borrar con la goma se comió la goma y borró con los gusanitos… y claro, el cuaderno quedó fatal y ella tuvo un dolor de tripa… ¿no habría pasado algo parecido hoy?
La exploró con el estetoscopio, esa cosita para oír el corazón que sabe un poquito fría en el pecho pero no hace nada de daño. “Todo bien”, dijo. Luego le pidió que abriera mucho la boca y dijese Ahhh, y María Elena, muy obediente, lo hizo. “Todo bien”, repitió la doctora. Le miró los ojos y los oídos, “todo bien”, seguía diciendo. Hasta que le tocó la tripita y María Elena dijo “¡ayyy!” y la doctora se puso más seria. “Tiene la tripita un poco dura”, le explicó a su mamá. Y la mamá preocupada, preguntó “¿es grave, doctora?”. Ella le contestó “no lo creo, pero hay que averiguar por qué”. Y empezó a preguntarle a María Elena:
-
María Elena, ¿te has dado
algún golpe en la tripa?
-
No.
-
¿Has bebido agua muy fría?
-
No.
-
¿Has comido muchas
chuches?
-
No.
-
Y ¿desde cuándo te duele
la tripa?
-
Pues desde esta tarde,
empezó a dolerme en el cole.
-
¿Por la mañana estabas
bien?
-
Sí, doctora,
perfectamente.
-
Muy bien, ¿qué comiste?
-
Pues… arroz y pollo y
natillas.
-
Bueno, es una comida muy
sana
Entonces
la doctora recordó otra vez lo despistada que era María Elena y le preguntó:
-
María Elena, ¿qué comiste primero?
-
El arroz, claro.
-
Muy bien, ¿Y después?
María
Elena se quedó pensativa, tratando de recordar… al final lo tuvo claro:
-
Después del arroz, las
natillas
-
¿Antes que el pollo? Preguntó la doctora,
empezando a entender lo que había ocurrido.
-
Sí, y luego ya el pollo.
Todo. No me he dejado ni un trocito, dijo María Elena orgullosa.
-
¡Pero hombreeeee…!, dijo la doctora
llevándose la mano a la frente como si de pronto lo comprendiese todo ¡No me digas más! Te has comido el postre
antes de tiempo.
María
Elena la miró muy sorprendida y de pronto tuvo la sensación de que había vuelto
a liarla. Ni se atrevía a preguntar. Miró a su madre. Su madre la miró. Luego
su madre miró a la doctora. Y las dos movieron la cabeza de un lado a otro,
sonriendo un poquito. “Ayyyy… esta María
Elena” dijo la doctora. Y le explicó que el postre es lo último que se
come, porque el chocolate antes del pollo sienta mal, y antes del arroz, y de
las patatas y hasta del chorizo… vamos que los dulces se toman al final de todo
para que no hagan daño a la tripita y claro, María Elena se había zampado las
natillas enteras antes del pollo. ¡Qué despiste!
Al
menos no era nada serio pero le seguía doliendo la tripa y aunque la doctora le
mandó un jarabe amarillo, tardó en curarle un buen rato. Y además sabía
malísimo… menos mal que María Elena era una niña muy buena y se lo tomó sin
rechistar, porque siempre obedecía a sus papás y a la doctora que si no…
Y
cuando se puso buena, lo había pasado tan pero tan mal que prometió no volver a
comerse el chocolate primero y dejarlo siempre siempre para el final. Y vaya
que si lo cumplió, y nunca más volvió a tener el mismo dolor de tripa. ¡Menos
mal!
Y
colorín colorado que este cuento se ha acabado, y no vuelve a empezar porque te
lo cuento yo, que si te lo llega a contar María Elena…
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